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domingo, 20 de diciembre de 2009

ANGEL DE LA GUARDA “NO ME DESAMPARES NI DE NOCHE NI DE DIA”


“Entre las puertas de lo visible y de lo invisible, una tenue barrera nos separa de la eternidad.
Más allá de la materialidad pasajera de las cosas, queda el reino de las cosas verdaderas, que la gente carga como un tesoro en el corazón.
Lazos inquebrantables de un amor insuperable; ternuras profundas de una amistad real…
Manos que sellan como guardias en nuestro camino; espíritus de luz iluminando nuestro corazón; fantasmas familiares como guías, como fuerzas de protección.
Ahí la gente ve que el tiempo no vale nada; es pobre en el camino de la evolución”.

En el capítulo IX (libro II), de EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS, encontramos 33 preguntas que nos da una luz de compañía y confianza para creer en estos seres que velan cada segundo que pasa en nuestra vida.

En la cuestión 490, tenemos: “¿Qué se debe entender por ángel guardián?”
Respuesta: “El Espíritu de un orden elevado”. O sea, él es un gran afecto que traemos del pasado, y que por ser más evolucionado, nos asiste en esta encarnación.

¿Y cuál es su misión?
Como respuesta de la cuestión 491, encontramos: “La de un padre sobre sus hijos: guiar a su protegido en el buen camino, ayudarlo con sus consejos, consolar sus aflicciones, sustentar su coraje en las pruebas de la vida”.

Y así; muchas veces nos sentimos solos y desolados, pero si recordáramos que al lado siempre está un ser que nos acompaña con una inmensa sinceridad y amor todos estos sentimientos que nos entristecen el corazón serán eliminados con su inmensa luz, no podemos desconfiar nunca que hay un ser que nos ama y nos protegen aunque no lo podamos ver, con la sincera oración y pensamientos lo sentiremos a cada instante,

¿Qué hace que tengamos un contacto más directo y amoroso con ese ser de luz?

El reconocimiento íntimo y la oración sincera. Por el hecho de que ambos elevan la frecuencia energética (patrón vibratorio) y ampliar nuestra capacidad de sintonía, a través del intercambio mental (intuición), nuestro espíritu protector actúa de manera más efectiva a nuestra sensibilidad. Es como si él nos susurrase algo; y ese fenómeno se asocia a nuestra “voz de la conciencia”, pues algo dentro de nosotros nos sugiere, por ejemplo, lo que debemos o no hacer.

Pero por el factor de la intuición es una percepción rápida, momentáneamente y pasajera; un flash súbito o una idea que brota de forma espontánea e inesperada, muchos juzgándola sin mayores créditos y no atienden a esos pensamientos más íntimos.

No obstante, no es solamente por medio de ella que nuestro “ángel de la guarda” intenta auxiliarnos. Existen otras maneras. Según Emmanuel: “Ora y pide. Enseguida, presta atención. Algo vendrá por alguien o por intermedio de alguna cosa, dándote, en esencia, las informaciones o los avisos que solicites.
En muchas circunstancias, la advertencia o el consejo, la frase orientadora o la palabra de bendición te alcanzarán el alma, en el verbo de un amigo, en la página de un libro, en una nota sencilla de la prensa y hasta incluso en un simple anuncio que se te cruce en el camino.”


Al leer estas inmensas palabras no podemos dejar de reconocer que el mundo mayor o el mundo espiritual utiliza muchísimos caminos para llegar a nosotros que nunca dejan de darnos una respuesta q lo que deseamos, lo que pasa es que nuestro materialismo a veces no permite que deslumbremos estos sabios caminos con toda la claridad que se debería.

Y el conversa directamente con nosotros?

El Espíritu Cairbar Shutel así nos dice: “En todo instante de su peregrinación por la vida material, el individuo está recibiendo importantes orientaciones del Plano Espiritual a través de las intuiciones o inspiraciones. Durante el sueño, cuando está en desprendimiento del cuerpo físico, el Espíritu, liberado momentáneamente, recibe, si estuviera al tanto receptivo, buenos consejos de los mentores y amigos espirituales.
Dar valor, es sobre todo, seguir tales alertas haciéndole más fácil la búsqueda de la evolución…
(...) Tales advertencias pueden servir para resaltar la necesidad de la autocrítica, incentivar el cambio de actitudes e incluso detener un procedimiento menos digno o anticristiano”

La Doctrina Espírita enseña que durante el sueño físico, apenas nuestro cuerpo reposa. Al encontrarnos, en espíritu, parcialmente liberados de la materia que descansa, siempre buscamos regiones astrales de nuestro interés inmediato y mantenemos contacto con seres que nos son afines, sean ellos superiores o inferiores.

Con el reconocimiento íntimo y la oración, positivamente abrimos los canales de comunicación (nuestra sensibilidad) y dormimos predispuestos a permitir que nuestro espíritu protector nos ofrezca una orientación más indirecta. A veces, nos acordamos vagamente de tal asistencia, afirmando que soñamos eso o aquello. Pero, incluso que no tengamos recuerdo alguno, guardamos en nuestro interior la orientación proporcionada y, en el momento oportuno – cuando en vigilia (despiertos) –, obramos de acuerdo con aquella “voz interior” que nos habla para hacer o para evitar alguna cosa.

De ahí la importancia de la oración. A través de ella deshacemos nuestras disposiciones íntimas fuertemente envueltas en la desesperación, en la aflicción, en la no creencia, en el sufrimiento y cosas así, y nos volvemos más receptivos a las sugestiones superiores.

Efectivamente, ¿qué espera de su protegido el “ángel de la guarda”?

Según las palabras dictadas por el Espíritu André Luiz, podemos afirmar que: “Los instructores de la verdad espiritual desean, antes de todo, nuestra renovación íntima, para la vida superior. Si apenas buscamos consuelo, sin adquirir fortaleza, no pasaremos de niños espirituales. Si procuramos la compañía de orientadores benevolentes, tan sólo para el gozo de ventajas personales, ¿dónde estará el aprendizaje? ¿Acaso no permanecemos, aquí, en la Tierra, en aprendizaje? ¿Habríamos recibido el cuerpo al renacer, apenas para reposar? Es increíble que nuestros amigos de la esfera superior nos vengan a suprimir la posibilidad de caminar por nosotros mismos, usando los propios pies. Naturalmente, no nos quieren los benefactores del Más Allá para eternos necesitados de la casa de Dios y, sí, como compañeros de gloriosos servicios del bien, tan generosos, fuertes, sabios y felices como ellos ya lo son.” [3]

San Agustín (Espíritu), con sublimes palabras, vehementemente nos invita a la creencia y búsqueda de nuestro “ángel de la guarda”, pues es él que habla más directamente a nuestro corazón. Es con él que alimentamos "ternuras profundas de una amistad leal”, porque lo que nos sustenta unidos son "lazos inquebrantables de un amor insuperable”.

Está a nuestro alrededor el espíritu protector, incluso que no podamos verlo. La fe es la puerta que abre nuestro corazón y nos permite reconocer su presencia y su acción, inclusive cuando no lo miramos con los ojos del cuerpo físico.

Así, Agustín se expresa: “Es una doctrina que debería convertir a los más incrédulos por su encanto y por su dulzura: la de los ángeles guardianes. Pensar que se tienen siempre cerca de sí seres que os son superiores, que están siempre ahí para aconsejaros, sustentaros, ayudaros a escalar la áspera montaña del bien, que son los amigos más seguros y más dedicados que las más íntimas uniones que se pueda contraer sobre esta Tierra, ¿no es una idea bien consoladora? Esos seres están ahí por orden de Dios; él los colocó junto a vosotros y ahí están, por su amor, cumpliendo una bella, pero penosa misión. Sí, donde estéis, él estará con vosotros: las prisiones, los hospitales, los lugares de libertinaje, la soledad, nada os separa de ese amigo que no podéis ver, pero del cual vuestra alma siente los más dulces estímulos y oye los más sabios consejos.

¡Deberéis conocer mejor esta verdad! ¡Cuantas veces ella os ayudará en los momentos de crisis; cuantas veces ella os salvaría de los malos Espíritus!

(...) ¡Ah! Interrogad a vuestros ángeles guardianes (a través de la oración, del pensamiento,…); estableced entre ellos y vosotros esa ternura íntima que reina entre los mejores amigos. No penséis en esconderles nada, porque ellos tienen los ojos de Dios, y no podéis engañarlos.

(...) Cada ángel guardián tiene su protegido sobre el cual vela como un padre vela sobre su hijo, y es feliz cuando lo ve en el buen camino, y sufre cuando sus consejos son menospreciados.

No temáis fatigarnos con vuestras preguntas; estad, al contrario, siempre en relación con nosotros: seréis más fuertes y felices”.

Por medio de la oración sincera y recogimiento íntimo, cada encarnado puede entrar en sintonía con esos amigos vigilantes y presentes en nuestra vida y que, lejos de resolver por nosotros los problemas que nos cabe solucionar, buscan infundirnos buenas ideas, pensamientos más claros y estado de ánimo propicio al caminar correcto, dentro de las necesidades evolutivas de cada uno. Nunca dudemos de la providencia divina, ni de estos espíritus de luz porque ellos estarán en cada tristeza y en cada alegría; son esos amigos sinceros que nunca nos abandonaran.

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